Capítulo IV
Si, regreso a casa.
Edgar corría dejando a los otros a la merced de su destino, y por los gritos,
rugidos y alaridos que escuchaba debía ser un muy cruel destino. Él tenía que
pensar en sus hijos y en su mujer, en los suyos. Tratando de volver lo antes
posible, no iba solo, había un río de gente corriendo, se escuchaban disparos a
lo lejos y algunas explosiones. Se veía casas y ranchos incendiados y columnas
de humo subiendo al cielo por aquí y por allá. La cabeza de Edgar era un remolino
de pensamientos y temores, ¿Qué era todo aquello? ¿Significaba todo eso que
había llegado el tan esperado fin de la humanidad?
A lo lejos se acercaba un jeep de la GNB, en dirección contraria a la
que se dirigía ahora pero en dirección correcta a donde se dirigió antes de
estrellarse. A bordo venían tres soldados, al verlo disminuyeron la velocidad
deteniéndose frente a él, la gente se le acercaba a la unidad pero estos
soldados gritaban a la gente y les apuntaban con sus armas de reglamento para
que se alejaran del vehículo, al estar cerca vieron el uniforme las rayas y le
saludaron. Edgar era de rango superior a todos los que iban en el vehículo.
¿Cómo está mi Teniente?, hay orden de asistir de inmediato al
aeropuerto, ¿lo llevamos?— Pregunto uno de los soldados en tono muy serio.
Edgar sin titubeo le dijo: Mira dejémonos de formalismos, esto se fue al
carajo, no ves que hay humo por todos lados, situación en el aeropuerto es desastrosa,
hay ordenes de que todo mundo regrese a su casa y proteja los suyos.— Le dijo
sin pestañear, sin titubear, era un buen mentiroso.
¿Cómo así teniente?— Preguntó uno de ellos.
Mijo que todo se fue al carajo, que ya no hay aeropuerto que resguardar.
Nos ordenaron retirada, que cada quien resguarde a los suyos— Un poco enojado,
sentía que estaban perdiendo un valioso tiempo ahí.
Ellos se miraron entre sí, a lo mejor confundidos por esa contra orden y
por el hecho de que les dijeran que el aeropuerto estaba perdido. El Aeropuerto
Internacional Simón Bolívar era el lugar más importante de todo el país por ahí
estaban llegando las divisas, los inmigrantes, las medicinas, la comida, en fin
todos los recursos múltiples.
Bueno súbase mi Teniente y demos la vuelta, déjenos llevarlo a su casa—
Le dijo uno de los que iba en el vehículo tendiéndole la mano para que la
asiera.
Coño bien por esa— Le dijo Edgar aliviado, tendiéndoles una mano para que
lo ayudaran a subir, él creía que ellos lo hacían por su rango, pero sabía que
tenía que separarse de ellos en algún momento sabrían que les había mentido y
no tenía tiempo para perderlo en estupideces.
Se subió al vehículo, la gente seguía de largo, nadie veía en ellos
alguna posibilidad de protección o ayuda, algunas pocas mujeres histéricas les
gritaban improperios y otras gritos de socorro, la gente les temía. Solo la
chica aquella que, no importa, pensó; eso ya está en el pasado.
Al dar la vuelta en “u”, tratando de maniobrar y evitar a los
desesperados transeúntes, el jeep se embarrancó, se fue por el borde del camino
dando tumbos. Los soldados mentaban madres, maldecían y se agarraban como
podían, Edgar se agarró como pudo a lo primero que vio. Fueron a dar de frente
contra un árbol. Edgar salió disparado y rodó unos metros más abajo, dando
tumbos y golpeándose con piedras y ramas. Los demás solo sufrieron golpes leves,
uno de ellos, el que iba al volante quedo inconsciente, el golpe con el volante
le había dejado sin aire.
Edgar salió disparado por encima del parabrisas por suerte era un vehículo
descapotado, sino se hubiese triturado el cráneo, cayó y rodo a unos cinco
metros del vehículo. cuando se detuvo al fin, estaba todo golpeado por todos
lados y con rasguños en la cara el pecho la espalda, las piernas, la camisa le
había quedado rasgada con sendos huecos, los brazos le sangraban donde se le
había rasgado la piel. Se levantó en lo que recupero control de sí mismo,
estaba muy adolorido pero sentía alivio de no haberse roto nada, y una ira
rampante que le encendía la sien y las orejas. estaba de rodillas, mirándose las
heridas, un poco mareado.
Ineptos de mierda— dijo en voz alta. Temía que el jeep estuviese roto y
tendría que seguir su camino a pie. La pendiente por donde cayó no era muy
empinada, así que a gatas poco a poco fue escalando. Cuando ya estuvo cerca del
chofer, vio que el chofer estaba inconsciente y los demás estaban todos
atolondrados por el golpe y con cara de susto al ver que su compañero no
respondía.
¡¿Pero qué coño fue lo que paso pues?!—Exclamó con rabia.
Los otros dos se miraron mutuamente y al final uno de ellos dijo— nos
escoñetamos, mi teniente.
se quedaron viendo en silencio y no pudo evitarlo, una carcajada
espontanea le salió de las entrañas, en cierta forma estaba alegre de no
haberse matado.
Y ahora este idiota desmayado— dijo Edgar en medio de las risas—ni yo
que caí por allá por el coño, salí disparado como un delfín fuera del agua.
todos reían como dementes. ¿Qué no se despierte para ver quien coño lo va a
cargar?— risas histéricas de nuevo— él es el que casi nos mata y el que termina
desmayado el muy pendejo— mucho más risas y lágrimas.
Cuando se calmaron un poco más, les pidió que le dijeran sus nombres:
Emilio
Lovera señor, sí, como el comediante— un soldado alto, de cabello rojizo y
musculoso.
Solo de
nombre, de resto no te pareces en nada más a Emilio ¿y usted soldado?— ya
estaban recuperando el aliento por completo.
Mi nombre
es Marcos Campos mi teniente— Marcos era moreno de estatura media, ojos claros
y delgado.
¿Y esta
maravilla como se llama? – Preguntó Edgar colocándole
la mano en la espalda al chofer desmayado.
Anibal Lopez, se llama ese pendejo— Y volvieron a reír los tres.
Mi nombre es Edgar Falcón. Marcos vente conmigo vigilemos mientras
Anibal reacciona, tu Emilio trata de resucitar a Anibal, cuando vuelva en sí, avisa—
Les dijo y luego se alejó un poco del jeep.
Marcos fue y sacó un nueve milímetros y se puso dos cargadores en los
bolsillos del pantalón, siguió a Edgar.
Habían arboles de distintas especies, pero lo que lo desconcertaba era que no se
escuchaban casi insectos o animales aquella pasividad en la naturaleza los hacía sentir nerviosos.
¿Cuéntame Marcos tienes familia?— Le preguntó, sin mirarlo, estaba
registrando los alrededores con la mirada.
Marcos le iba a responder cuando escucharon lo que parecía un rugido,
lejano pero terrible.
Quedaron los dos muy callados, se vieron la cara el uno del otro por
poco menos de un segundo y luego se pusieron muy alertas.
<<clack, clack>> Se escuchaban sonidos como de ramas
quebrándose, o ¿Eran árboles enteros los que se quebraban? una especie de
respiración profunda y grutural se sentía más que escucharse
Miraban a todos lados, a la expectativa.
Marcos preguntó en un susurro— ¿Qué crees que fue eso?
Chito, cállate coño— Le dijo con severidad Edgar a Marcos levantando la
mano derecha abierta hacia la cara del otro.
De repente, a lo lejos lo vieron, una masa de carne enorme con el tamaño
de un volvagen escarabajo de los antiguos, no lograban detallarlo bien que era
porque estaba a los lejos, venía caminando agazapado, como al asecho. Tenía
forma felina pero estaba despellejado, literalmente, no tenía piel, solo músculos
expuestos, era horrendo, con unos ojos rojos por completo en una cabeza inmensa,
lo peor es que aquella cabeza no tenía boca, solo dos grandes horribles ojos
rojos, como si el humor acuoso fuera pura sangre y una raya negra vertical que
se movía de un lado a otro, se detenía, levantaba la cabeza como olfateando. No
tenía oídos o nariz, al menos a esa distancia no se le veían.
Edgar se dio la vuelta al punto y salió corriendo, Marcos estaba
tratando de verlo mejor, de detallarlo, de hecho había sacado el móvil, que en
aquel entonces solo servía para grabar vídeos, tomar fotos y lo que sea, menos
para comunicarse ya que no habían compañías telefónicas.
Marcos grito— Verga chamo pero ¿Qué es eso?
Edgar por los nervios le grito también— cállate inepto de mierda que nos
va a escuchar— Mientras se dirigía al jeep a toda velocidad, se buscó en la
pistolera de la pierna y su beretta ya no estaba ahí. El fusil lo había colocado
a un lado en el jeep en lo que se subió y no tenía idea donde estaba.
La cosa aquella rugió y Edgar supo que ya los había detectado.
Se escucharon unos pasos acelerados que quebraban ramas y estremecía los
árboles cuando los tropezaba al correr. Edgar ya estaba de regreso en el Jeep cuando
se escuchó un grito de espanto, de Marcos, otro rugido y luego carne
rasgándose, huesos quebrándose y el grito desesperado de agonía tortuosa.
Se acercó corriendo a al jeep donde aún estaba Anibal desmayado y Emilio
tratando de reanimarlo, seguía en el puesto del chofer. Emilio vio la expresión
de pánico, casi de demencia que traía Edgar, el mismo había escuchado los
gritos y los rugidos. Sin decir palabra, saltó a la parte de atrás del jeep,
metió las manos debajo de las axilas de Anibal y lo sacó del asiento del
conductor.
Déjalo ahí y arranca— Le grito Edgar, subiéndose al asiento del copiloto,
mientras ya Emilio ocupaba el del conductor nuevamente, agarró las llaves del
encendedor y las giró.
El motor del jeep, hizo un sonido casi un gemido y no arrancó, giro de
nuevo la llave, el sonido del motor fue el mismo pero no encendió.
¿Teniente qué fue lo que pasó?— Le pregunto Emilio a Edgar con angustia
en la voz, mientras miraba seguía intentando que el jeep encendiera.
Esta mierda no arranca, maldita sea, arranca maldito carro— Dijo sin
esperar a que Edgar le contara, de hecho Edgar no tenía
pensado decir palabra alguna, él no sabía que es lo que había pasado, Emilio creció en un hogar cristiano y no le gustaba
maldecir pero en aquel momento, estaba fuera de sí.
Repentinamente Edgar comenzó a darle
cachetadas a Anibal que nada que reaccionaba, gritándole.
Despierta pendejo del coño que nos vamos a morir aquí.
El rugido cada vez más cerca.
El vehículo encendió, Emilio metió la reversa, y piso el acelerador
a fondo. Vieron de frente como venía la bestia, la cosa, aquel
ser infernal salido como de una pesadilla.
Llegaron de retroceso hasta la autopista nuevamente de un
brinco en retroceso, y fueron a dar con el parachoques
trasero contra la piedra de la falda de la montaña por donde pasaba el camino.
Vieron cuando la bestia salto a la autopista pero se le abalanzo encima
a otras personas que estaban pasando por ahí. Entonces presenciaron
lo peor de aquel horror, el ser aquel se levantó sobre sus cuartos
traseros y en el medio del pecho tenía una abertura con dientes afilados
como navajas y cuatro largas tenazas, por donde engullía a los
que antes despedazaba. En un momento en el que la bestia estuvo de espaldas a
Edgar, le pareció que de la espalda de aquella cosa salió un ojo miró a
todos lados y luego desapareció.
Estaban los dos con la boca
abierta viendo aquella carnicería, cuando un hombre con
uniforme de policía se montó de un brinco en el jeep y le grito que
salieran de allí. y así lo hicieron chirriando y quemando cauchos.